Información, información,
más información. Eso es lo que reciben, cada día más, las nuevas generaciones. Tal
como afirma Prieto Castillo, la escuela ha adquirido una dinámica de transmisión
unidireccional, al mismo tiempo que los medios de comunicación masiva
comenzaron a ocupar el lugar de “educadores”. Bajo este aspecto, y respondiendo
a la línea conceptual del autor, podríamos decir que en la medida que esto
sucedía las prácticas discursivas se fueron alejando del sentido de la vida. Los
nuevos sujetos pedagógicos cada vez hallan en internet y en las nuevas
tecnologías –cada vez más nuevas y en períodos más cortos– todo aquello que se
relaciona de manera más directa con su cotidianeidad. Mientras que en una clase,
sólo encuentran conceptos abstractos o contenidos.
Esta nueva dinámica
escolar, no es sólo una responsabilidad de la educación, sino del desarrollo
mismo de las sociedades y de los mercados. Un mundo capitalista rentable,
precisa del consumo de productos nuevos en menores períodos de tiempo. Y de más
está decir que la información es un producto más de los mercados. Asimismo,
para que nadie sospeche de este “plan” de las empresas, deben distraer. La cantidad
de información que circula en las redes y en los medios en general, en gran
parte, hacen eso.
Un estudiante me dijo
hace poco: “la profesora de Biología sabe mucho, hasta algo más que yo de
Medicina”. El chico está en la escuela secundaria, entonces le pregunté: “¿vos
sabés de Medicina? ¿Cómo es eso?”. Y la respuesta no me sorprendió: “internet,
en internet está todo”, más allá de que pensé, como primera opción, que me
diría que sus padres son médicos. Así, sin procesar lo que decía, sin pensar
siquiera en una clasificación de lo que leía, él asumía un saber casi experto,
si se quiere. Se comparó con una docente.
Nos lo dijo el mismo Prieto
Castillo, la información adquiere valor en sí misma. Así, la circulación de
ésta mantiene una linealidad que erosiona los saberes. En la escuela, muchas
veces, aparecen estas formas de “desarrollo” de las clases. Se desdibujan, de
este modo, además, la relación entre lo local y lo global y la comunicación en
sí misma. No existen idas y vuelta en los procesos comunicacionales y se asume
que la cantidad de información per se
implica comunicación.
Más allá de que la
información, al parecer, va ganando una carrera a la labor de los educadores,
el ritmo de lo demandado por la generación nueva supera lo que los docentes
pueden ofrecer en el tiempo que permanecen dentro de las aulas. Esta situación
representa un nuevo desafío para la educación en general: en la familia, en la
escuela, en los espacios de interacción social y, por supuesto, en los medios.
En función de esto
¿podemos pensar a los medios como clave de la transformación social? La
valoración desmedida de los medios como dispositivos de cambio sin educación
genera, al mismo tiempo, un relax en la participación en los procesos de
comunicación social de rutina y una espera cómoda de soluciones por parte de
quienes los consumen. En definitiva, los medios se transforman en un héroe tan
fantasmal como la realidad creada, muchas veces, por ellos mismos.
Entonces ¿cuál debería
ser el espacio de comunicación–acción por excelencia? Desde este artículo
podemos arriesgar una respuesta: la familia. Es necesario volver a la
experiencia de las instituciones originarias que nos van transformando en
sujetos de mundo. Se trata de recuperar la praxis como instrumento educador.
La memoria familiar, la
memoria colectiva, son importantes para recuperar, también, una valoración
positiva del educador. Las TIC han proporcionado, sin dudas, una gran cantidad
de herramientas de registro. Pero, si eso no se lo utiliza a conciencia –para
reconstruir y mantener los lazos sociales, por ejemplo–, sólo son “cosas
lindas” que nos entretienen y distraen.
En relación con la temática, les recomiendo una serie de documentales de Canal Encuentro, Hemisferio Sur. Uno de los programas plantea una reflexión sobre las bondades y contras de las tecnologías, desde la perspectiva de uno de los entrevistados:
Avance de "Puentes, brechas y conexiones"