Los jóvenes son por carácter concupiscentes y decididos a hacer
cuanto pueden apetecer.
En los apetitos corporales son, sobre
todo, seguidores de los placeres del amor e incontinentes en ellos.
Son fácilmente variables y en seguida se cansan de sus placeres.
Son los jóvenes apasionados y de genio vivo, y capaces de dejarse llevar por sus
impulsos.
No son mal intencionados, sino ingenuos, porque todavía no han sido
testigos de muchas maldades.
Son crédulos porque todavía no han sido engañados en muchas cosas.
Están llenos de esperanza porque no han sufrido desengaños.
Viven la mayoría de las cosas con
esperanza porque miran lo que es futuro,
mientras que el recuerdo mira al pasado.
Son fáciles de engañar porque esperan fácilmente.
Son animosos porque están llenos de decisión y esperanza.
Son magnánimos porque aún no han sido humillados por la vida.
Prefieren realizar las cosas que son hermosas que las que son convenientes
porque viven más según su manera de ser que según la razón.
Son más amantes de los amigos y compañeros que los de otras edades
porque gozan con la convivencia y porque todavía no juzgan nada de cara a la
utilidad y el lucro, y así tampoco a los amigos.
Todo
lo hacen con exceso:
aman demasiado y odian demasiado.
También son amantes de la risa y por
eso también son propensos a la burla
porque la mofa es una insolencia educada.
Así pues, tal es el carácter de los
jóvenes.
Estas son palabras de Aristóteles. Pueden encontrar
estas expresiones en el libro 2 de su obra “La retórica”
Han pasado
varios siglos y, aun así, muchos de los adjetivos y expresiones que hemos
resaltado en el fragmento del texto reflejan las impresiones y
opiniones sobre los jóvenes de hoy.
Pensando un poco
con la mentalidad de los profesores que habitan las aulas, tengo la sensación que la mayoría de los
adultos siguen viendo en los adolescentes y jóvenes, lo mismo que Aristóteles,
que si bien son rasgos característicos de esta etapa evolutiva, no son los
únicos.
Los jóvenes han
ocupado un lugar muy importante a lo largo de la sociedad por ser considerados
el futuro de la humanidad. La infancia es vista como una etapa de transición, de
preparación para la vida ciudadana.
Así, la escuela
fue el dispositivo creado por la pedagogía moderna y los Estados nacionales
para “normalizar” la infancia y moldear los futuros ciudadanos. Entre fines del
siglo XlX y principios del XX, la mayoría de las naciones legisló su educación
primaria y la volvió obligatoria.
Este monopolio
del saber estaba fundado en las nuevas tecnologías de la palabra: la escritura
y la imprenta. La cultura escolar pone su epicentro en la enseñanza de la
escritura y la lectura y los libros de texto van a ser instrumentos
fundamentales de transmisión de conocimientos y valores. Desde las páginas de
los libros se legitiman los valores hegemónicos que la cultura escolar
transmite: lenguaje único, historia oficial, higiene, buenas costumbres y
urbanismo.
Los jóvenes de hoy están acostumbrados a la velocidad y fragmentación
de los discursos audiovisuales, al zapping
y la interacción con las múltiples posibilidades del entorno informático.
Chicos y jóvenes se mueven en un universo
cultural muy distinto que los que legitima la cultura escolar. La institución
escolar se rige todavía por los principios que la regularon en sus orígenes,
tales como la homogeneidad, la jerarquización, la sistematicidad, el orden y la
secuencia lineal.
Lo que no se tiene en cuenta es
que los alumnos se relacionan por fuera de la escuela con culturas diversas, otros lenguajes y saberes
que, la mayoría de las veces no son tomados en cuenta en el ámbito escolar.
Nuestra
responsabilidad como adultos es dejar de ver a los jóvenes como barbaros
digitales, incompetentes, ignorantes e incorregibles, como un eslabón fallado
de la cadena evolutiva. Es por eso que elegí compartir esa imagen, representando al hombre que venía evolucionando positivamente hasta que llegamos a los
jóvenes de la actualidad.
Debemos ver a
los jóvenes y a la cultura mediática en la que están inmersos como nuevas
posibilidades de construcción subjetiva, ni mejor, ni peor, tan solo diferente.
Esta cultura considerada indisciplinada, no académica y desordenada y lo que
los medios muestran, producen, desorganizan y reorganizan en la subjetividad de
los alumnos es lo que termina alterando a los profesores ya que es un desafío a
su carácter de formadores de conciencia.
Ante la
irrupción de las múltiples maneras de ser niño, niña, adolescente, joven, la
escuela suele reaccionar lamentando la pérdida de los valores tradicionales, juzgando
negativamente las diversas manifestaciones culturales, culpabilizando a los
medios por influir en el imaginario infantil y a las familias por haber
abandonado la alianza.
Las nuevas
tecnologías nos han hecho conocer y participar
de un mundo global, no necesitamos movernos de nuestra casa para hablar
con un amigo, podemos conocer cualquier rincón del mundo, hablar con personas
de otros países, en distintos idioma y de otras culturas, podemos comprar ropa
en china, como también ver la erupción de un volcán o cualquier catástrofe natural en tiempo real.
La cultura
mediática opera desde dentro de la vida cotidiana, amplían a otros espacios
cuyo soporte no es material sino simbólico. Los medios y las nuevas
tecnologías, como producciones de la cultura,
nos proporcionan modos de comprender el mundo y la vida. Por lo tanto,
debemos pensar que todos los espacios socioculturales, tanto los mediáticos, de la calle, del mercado, del trabajo,
etc. por ser los escenarios donde se desarrolla la vida humana, son educativos.
Los medios y las
nuevas tecnologías estarían provocando una "alfabetización múltiple".
Ellos elaboran nuevas formas de conocimiento que trabajan incesantemente y que
no puede ser recortada, organizada y controlada por la escuela. La información
es mucha y viaja a una velocidad que no permite
ser procesada, incorporada, asimilada, etc. Se plantean nuevas formas de sentir
y de percibir, como así también de relacionarse con el tiempo y el espacio. El problema
surge con las modificaciones subjetivas y las transformaciones culturales que
esos equipamientos tecnológicos producen.
En las últimas
décadas del siglo XX, el avance del Mercado y la llamada “cultura del consumo”
transformaron el tradicional proceso de socialización infantil basado en la
alianza escuela/ familia. Hoy, los niños comienzan a ser interpelados por los
medios y el mercado mucho antes de ingresar a la escuela.
Debemos
conceptualizar el consumo como un proceso más complejo que el mero acto
compulsivo de comprar o adquirir determinados objetos. Bajo la oferta incesante
de mercaderías y una innovación tecnológica que acelera la caducidad de los
productos, surge un reconocimiento
social mediante el consumo de objetos, bienes y signos. El mercado establece
modos de identificación a través de la posesión y uso de los objetos y crea
deseos en relación a lo que no se tiene. El niño/alumno es visto hoy como un
potencial cliente/consumidor.
Las estrategias pedagógicas deberían tener en cuenta las identidades preexistentes al acto de formación.
Los programas de TV, las
películas, la ropa, los celulares, las zapatillas, sitios Web, grupos
musicales, se convierten en referentes y demarcan diferencias entre los grupos
a partir del desigual consumo.
La alfabetización en medios tiene como propósito
que los jóvenes se constituyan en productores culturales, capaces de
interpretar la cultura mediática que los rodea y también
participar, creando discursos propios. Los docentes podemos ayudar a
que los adolescentes exploren y descubran nuevas formas creativas de
dar a conocer sus realidades, expresen sus vivencias y que estas puedan ser
compartidas con otras personas a través de la producción y difusión de
videos, programas de radios o notas periodísticas.
Una forma de empezar a construir puentes
entre la cultura escolar y la cultura mediática es que la escuela y los
docentes nos asumamos como parte de esta problemática y aceptemos que ya no es
posible construir identidades únicas e ideales porque las identidades de esta
actualidad son diversas y se definen entre los cruces de la cultura letrada, la
audiovisual y las tecnologías digitales.