Huergo nos
habla acerca de la crisis de la cultura, caracterizada por la hegemonía audiovisual, la fugacidad,
la masiva circulación de los saberes, que influyen decididamente en los nuevos
modos de percibir y conocer la realidad de las nuevas generaciones.
A su vez, Barbero
habla de la sociedad del anonimato, donde el espacio comunicacional privilegia
los cuerpos interconectados a los cuerpos reunidos, donde los individuos no interactúan
entre ellos sino con informaciones. Donde la heterogeneidad de “tribus”
formadas por adolescentes y jóvenes dan muestra de la radical transformación
del “nosotros”.
Según el primer
autor, las revolturas culturales actuales permiten pensar en un nuevo régimen
de la educabilidad, el cual debe considerar el ecosistema comunicativo en el
cual se desarrollan nuestras prácticas.
Considerar
el campo cultural como educativo implica reconocer su facultad como formador de
sujetos, su capacidad modeladora, según M.C. Mata; esto es así dado que la
cultura mediática interpela a los mismos, quienes se convierten en sujetos
educativos activos al incorporar algún contenido conceptual, valorativo o
conductual que modifica su práctica cotidiana. En los jóvenes y adolescentes,
especialmente, observamos como el resultado de esta interpelación se traduce en
la incorporación de múltiples modelos identificatorios, que determinan no sólo
el fanatismo hacia ciertos programas o grupos de música, por ejemplo, como una
forma de crear lazos de pertenencia, sino también formas de relacionarse, de
actuar y de ver la realidad. Según lo
que plantea el autor, la recepción de las interpelaciones se relaciona con el
orden del reconocimiento de matrices y formatos culturales; es decir, estos
modelos identificatorios generan sentidos que son producidos por la cultura
misma, por lo cual se encuentran y reconocen en matrices de sentido anteriores.
Estas matrices, ya constituidas, están siempre en proceso de reconstrucción, en
un proceso de intercambio dialógico.
Teniendo en
cuenta todo lo anterior, me planteo entonces cuál es nuestra función como
educadores en el contexto que nos toca vivir. Coincido plenamente con Huergo
cuando plantea que las estrategias pedagógicas deberían tener más en cuenta el
contar/relatar de los sujetos; privilegiar el reconocimiento al conocimiento.
Tal como lo plantea la compañera Viviana Rebolledo en su bitácora NAVEGANDO POR UN
MAR DE CONCEPTOS, se trataría de intentar comunicarnos en el sentido de
vincularnos, poner en común, compartir e intercambiar. ¿Cuántos de nosotros
reconocemos en nuestros alumnos a niños, niñas, adolescentes y jóvenes desde su
particularidad, con sus distintas formas de ser, aprender y relacionarse?
¿Damos espacio a la escucha? ¿Somos capaces de vincularnos de forma distinta,
sin por ello relegar el rol docente, por ejemplo; de intercambiar con ellos,
compartir conocimientos, corrernos del lugar del saber? Desde mi experiencia
personal, puedo decir que la incorporación del factor afectivo en la enseñanza
puede brindar muy buenos resultados. A veces, unas pocas palabras alentadoras
hacen más que la mejor clase planificada.
Como dice M. del Carmen Gallo en su post: Despertar conciencia; coincido, no porque crea que nuestros chicos estén dormidos, todo lo contrario, están hiper-estimulados, sino porque la escuela debería asumir el deber de orientarlos y guiarlos en esta tarea. Ayudarlos a despertar su conciencia en el sentido de comprender, confrontar, compartir, este caudal de información que los y nos interpela. Hay tanto para ver y conocer…Esto me recuerda a un breve texto de Galeano, llamado “la función del arte”, si no lo conocen pueden escucharlo leído por el autor aquí: Se trata de la primera experiencia de un niño frente al mar, la primera vez que lo ve. Entonces, ante tanta inmensidad, pide a su padre ayuda para mirar. Creo que hoy en la educación, esta también es nuestra tarea.
No conocía el relato de Galeano. Interesante esta metáfora de "ayudar a mirar la inmensidad de la mar". Habría que pensar, ahora, concretamente, en qué operaciones consistiría esto, en el caso de los procesos educativos. Tirás algunas puntas en tu post: el diálogo, el reconocimiento, el relato de la propoia experiencia ¿pero cómo concretarlo en una propuesta pedagógica?
ResponderEliminarPensalo.
Saludos
Me encantó la metáfora de Galeano. Acuerdo con la idea, la imperiosa necesidad de construir alternativas pedagógicas capaces de dialogar con las'culturas' juveniles. Como afirma KAplun, la escuela sigue funcionando sobre el supuesto que nada ha cambiado, pero mientras tantos nuestros alumnos se nos escapan por las ventanas de las aulas......y estas son espacios donde sus modos de vivir y sentir no tienen lugar. Necesitamos, además de incluirlos formalmente, incluirlos culturalmente también.
ResponderEliminarDaniela, interesante los planteos y el video de Galeano, creo que el problema actual es que ante la inmensidad de los medios de comunicación y de las revolturas culturales nosotros nos hallamos más identificados con el niño y nos tenemos a quién pedir que nos ayude a mirar, debemos meternos en una barca y empezar a descubrir, quizás la única ayuda que podamos ofrecer es compartir nuestra barca
ResponderEliminarGracias por los comentarios enriquecedores para seguir pensando.
ResponderEliminarPablo, considero que una propuesta pedagógica concreta que contemple estas ideas, debe estar basada en el conocimiento del grupo particular de alumnos con quienes trabajaremos.
Sin embargo, creo que la misma no debería dejar de incluir prácticas que los acerquen y concienticen acerca de su poder transformador en la realidad que habitan, revalorizando estos espacios socio-comunitarios de los cuales forman parte. Enseñarles a ser críticos con su realidad más cercana y animarse a modificarla e ir ampliando cada vez más; para que puedan ganar confianza como agentes de cambio de nuestra cultura.
Por lo tanto, pienso que proyectos que puedan ser ideados y puestos en práctica por los alumnos, y permitan transferir los aprendizajes adquiridos en la sociedad, serían una modalidad adecuada para trabajar estas ideas.
quizás tenga que ver con la posibilidad de que los alumnos puedan reconocerse y ubicarse singularmente como sujetos pensantes y autores en esta "cultura mediática"
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