Medios y miradas
Representaciones
y medios:
Las representaciones
sociales son, según Serge Moscovici (1984), “(…) cuando los individuos debaten
temas de mutuo interés –por otra parte, cuando un gran número de conversaciones
abordan temas metafísicos o existenciales– o cuando se hacen eco de los
acontecimientos seleccionados como significativos o dignos de interés por
quienes controlan los medios de comunicación” (pp. 496).
Estas representaciones,
como producto de la circulación, y constitución en red, de los discursos
sociales, construyen determinadas ideas en torno a sujetos, acontecimientos y
diversos fenómenos que hacen a la vida social. Los medios de comunicación no
son ajenos a la conformación de éstas, sino que influyen en el conjunto de
opiniones que las personas construyen e intercambian. Así, una representación
social podría ser la idea de los docentes desinteresados por la educación o,
para ser más específicos sobre el tema que nos convoca, el pensamiento de que
la juventud está en cualquiera, está perdida.
Sin embargo, esta
última representación social en torno a la juventud es un tanto imprecisa.
Pues, desde un punto de vista sociológico “podemos pensar la juventud como
categoría que nos habla de una construcción sociohistórica particular sobre un
rasgo etario” afirma Florencia Saintout (2006; pp. 23). Pero, a su vez, dice
que el carácter simbólico de los jóvenes no es solamente un dato o signo
separado de las condiciones materiales e históricas. La juventud es una
construcción social, “se construye históricamente en relación a una liminalidad
que varía de una cultura a la otra y en las diferencias de clase y de género”
(Op. Cit.). Es de esta forma que Saintout entiende, y nos explica, que no
existe una sola forma de ser joven, sino que existen diversos y desiguales
modos de serlo que, a su vez, implican distintas cosmovisiones del mundo.
Bajo este punto de
vista, considerar a la juventud como perdida
podría habilitar una lectura, más que como imprecisa,
indiferente ante la complejidad, la
pluralidad y la singularidad que significa ser joven hoy en día. Pero no
dejemos toda la responsabilidad de que esto suceda en los sujetos con los que
compartimos la vida en común. Como dijimos anteriormente, los medios algo
tienen que ver. Éstos, al producir representaciones mediáticas, construyen y
difunden modelos identitarios que son depositados en el imaginario social. Las
personas, los reciben, los resignifican y los comparten en la red discursiva de
la que forman parte. De esta forma, determinados modelos de sujetos se fijan y
se constituyen como íconos constitutivos de las representaciones sociales.
Claro que no se trata
de una concepción hipodérmica de los efectos de los medios en las audiencias,
ni mucho menos de acción directa de los medios sobre las audiencias. No nos referimos
a un efecto impositor directo del medio sobre los sujetos. Recordemos que, hoy
en día, “ser receptor, en consecuencia, no es ser pasivo recipiente o mecánico
decodificador. Es un ser actor sin cuya actividad el sentido quedaría en
suspenso” (Mata, M.: 1996). Es decir, los receptores captan los mensajes y le
atribuyen sentido; a partir de ello, interpretan, reformulan y construyen
realidad. Por ende, los sujetos son parte, tanto como los medios, de la
construcción de la realidad social. Luego, podemos discutir, sí, sobre
asimetrías, poder y hegemonía en las relaciones para dicha construcción.
Los
jóvenes dicen de los medios:
Retomemos la juventud.
Según diversas investigaciones sobre comunicación, los medios construyen un
estereotipo juvenil asociado con diversos rasgos estigmatizantes. De este modo,
se alimenta un modelo de juventud homogéneo y desprestigiado que circula en la
red discursiva social. Autores como Rossana Reguillo Cruz (2012), Florencia
Saintout (2006) y Mario Margulis (2012) –en este caso, el autor dice que
también hay un modelo juvenil asociado al éxito y lo moderno, y que todo joven
que no se ajuste a esta visión es desacreditado–, abordaron extensamente esta problemática.
La cuestión central no
sería, entonces, cómo los medios muestran a los jóvenes, sino cómo los jóvenes
ven a los medios en relación con esta estigmatización. En una exploración
propia[1],
con estudiantes de escuelas secundarias públicas y privadas de Malvinas
Argentinas y de José C. Paz (Noroeste del Conurbano Bonaerense), se indagó
sobre esto.
Los resultados
indicaron que los jóvenes reconocen un discurso estigmatizante en los medios.
Sin embargo, algo llamativo es que, no consumen medios tradicionales (TV,
radio, periódicos). Ellos perciben esto a través de las nuevas tecnologías
(redes sociales, páginas web) y de lo que en sus casas se comenta sobre lo que ven
en los noticieros centrales. Los jóvenes perciben las representaciones
mediáticas a partir de los adultos y, a partir de esto, suceden varias cosas:
1. Desarrollan
un doble reconocimiento del otro: uno inclusivo, en el que expresan
que no todos los jóvenes son iguales y que hay jóvenes que se divierten
sanamente y hacen cosas como estudiar y trabajar, se incluyen; otro reconocimiento
que es excluyente, en el que “compran” el “joven perdido”, pero no se
identifican con el modelo.
2. Desarrollan
un sentimiento de bronca: sienten que los medios los
muestran como que están perdidos y que los adultos y en la escuela, muchas
veces, se los trata en función de esto.
3. Condicionan
sus prácticas socioculturales en
función de esta representación social: los adultos otorgan, o no, permisos
basados en dichas representaciones. Ellos se identifican con diversos grupos en
función de lo mismo.
Como vemos, los jóvenes
perciben la estigmatización, pero al mismo tiempo hacen eco de ella. Esta
representación social termina condicionando las prácticas sociales de los
jóvenes y la construcción de identidades sociales. Las identidades se
construyen en función de un nos/otros. Según María Cristina Mata, “el
terreno del discurso social, el terreno de la cultura y la comunicación es,
consecuentemente, terreno de modelación social y, por ende, terreno de disputas
y negociaciones, conflictos y acuerdos del orden del sentido. Reconocer lo que
hegemoniza ese campo no impide proponer alternativas, emprender el camino del
cuestionamiento”. La cuestión es que los jóvenes no encuentran alternativas en
la escuela.
Donde
se encuentran los jóvenes, educación y comunicación:
Según Huergo, ”la
escuela puede negar los programas de televisión en el desarrollo de los
contenidos curriculares, pero sin embargo, no puede detener su presencia en la
constitución de la subjetividad de los alumnos (cultura mediática)”. Hoy en día
no podemos decir que la escuela niegue los programas de TV en los diseños
curriculares, pero si podemos decir que no contempla una propuesta de
verdaderas herramientas para incorporar la comunicación (más que los medios) a
cada materia, basadas en cada asignatura, en conjunto con los docentes.
Los estudiantes y los
docentes utilizan, cada vez más, dispositivos y productos comunicativos en las
aulas. Pero, de acuerdo con este autor, la comunicación “trasciende el ámbito
exclusivo de los medios para recuperar el sentido experiencial del término:
diálogo, intercambio, relación de compartir; para ampliar la mirada asociada al
acto de informar, de transmitir, de emitir”. Esta forma de comprender la
comunicación no aparece aun en la escuela. Lo bueno, es saber que los jóvenes
encuentran espacios “educomunicacionales” por fuera de la escuela.
En esos espacios, los
jóvenes se ven interpelados por la realidad. Ellos forman parte de un mundo
cultural que no lo dejan en sus casas, sino que lo cargan consigo todo el
tiempo. En los espacios socioeducativos, se trabaja desde las experiencias. Por
lo menos así se lo hace en un caso de las Escuelas Populares para Jóvenes que se forman en el paradigma de la fraternidad en José
C. Paz y Villa Albertina. Allí, no se incorpora la comunicación a partir de
los medios, sino que se la incorpora como proceso trasversal a las acciones
educativas. Allí, educación y comunicación atraviesan el espacio
recíprocamente, para recuperar la experiencia y abrir caminos de escuchas,
propuestas, acciones, aprendizaje. Les dejo un artículo aquí para
interiorizarse en el caso, leerlo explica por sí mismo la propuesta
socioeducativa. Se trata, en definitiva, de un espacio de intercambio en el que
la comunicación y la educación se conjugan para redescubrir las identidades
juveniles. El espacio pretende abrir el juego a un reconocimiento del otro
desde perspectivas que escapen a la estigmatización que se genera a partir de
determinados discursos mediáticos y representaciones sociales.
Es así, que los jóvenes
no están en cualquiera, no están perdidos. Los jóvenes están encontrados con
todo un mundo representacional y cultural que los atraviesa y los interpela.
Ese mundo es percibido, resignificado y producido nuevamente por ellos y por
los otros que los rodean. Los jóvenes
se encuentran con los medios y sus representaciones, los adultos y sus
representaciones, el mundo y todo el sistema de normas y valores que los rodea.
Allí, observan, toman distancia, desarrollan prácticas socioculturales y
construyen identidades sociales.
Una
película…
Todo esto es demasiado para cualquier
persona. Más, para un joven (des)escolarizado que atraviesa una transformación
y adolescencia llena de cambios que desorientan y que requieren de miles de
respuestas que, en muchos casos, no llegan. Una etapa en la que el mundo es
grande para uno, las cosas por hacer son tantas, los lineamientos que “deben”
seguir son muchos, estructurados y ni siquiera propuestos en base a las
expectativas y deseos de ellos.
La película que les recomiendo es una
comedia que, de manera divertida, expresa lo que siente un joven cuando
contempla el mundo, las exigencias impuestas, la cantidad de interrogantes sobre
la vida. Un joven que, simplemente, busca un espacio de comunicación parea
aprender sobre cuestiones que no hallan su respuesta en la TV ni la escuela. Con ustedes, el avance de Una divertida historia, espero
que la disfruten quienes la vean. También les dejo el trailer en español...
Por Adrián Tijonchuk
[1]
Investigación “Sujetos de peligro: las representaciones mediáticas de los
jóvenes asociados a la inseguridad”. UNGS-IDH, 2012.
Hola Adrian
ResponderEliminarGracias por la recomendación de la película. La voy a ver. Parece interesante. De hecho, no sé por qué en vez de ponerla al final no empezaste por ahí, de manera de armar la bitácora en torno a una experienci concreta (aunque provenga de una ficción). Lo que escribís sigue siendo demasiado monográfico, demasiado académico, demasiado "texto institucinal" (como diría Prieto Castillo). En fin, no es una bitácora.
Lo que se te esta pidiendo acá es que escirbas desde la propia experiencia, que armes un relato. Por ejemplo ¿por que decidiste escribir sobre los jóvenes? ¿de dónde te viene este interés? ¿por que te parece importante para entenderlos tener en cuenta los aportes de los autores que citaste? ¿de dónde los sacaste? etc., etc. Lo podrías haber contado a modo de relato,pero en su lugar escribiste una especie de ensayo apenas adornado con un par de imágenes y el trailer de la película, que claramente pertenecen a otro registro.
En fin, lo que se te está piediendo es que puedas dar cuenta de tu implicación con todas estas cuestiones y eventualmente, que las puedas revisar.
Tenelo en cuenta para la próxima.
Saludos