domingo, 28 de julio de 2013

La tarea docente: comunicar y educar


Este post tiene como propósito principal analizar el propio posicionamiento docente respecto de los medios de comunicación. Reconozco que la tarea me ha resultado un tanto difícil, dado que, si bien trabajo en el ámbito educativo, en el área de integración escolar específicamente, nunca he dado clases ni tenido un grupo de alumnos a cargo. O sea, no sé de qué manera podría influir a un grupo de alumnos mi postura mediática – tecnológica.
Sin embargo intentaré un breve análisis desde mi experiencia profesional. Como psicopedagoga, me interesa visualizar, reconocer los modos en que los procesos de aprendizaje subyacen a la vida de las personas en múltiples aspectos. Y entiendo claramente como esos procesos de aprendizaje son influidos por distintas modalidades de enseñanza y viceversa, en un juego de reciprocidad constante.

Trabajo con niños pequeños, los cuales, en general, responden con gran entusiasmo a las propuestas que les planteo. Entiendo que el trabajo uno a uno es muy diferente del trabajo con un grupo, y permite recursos y dinámicas también distintas. Estas se basan en el aspecto lúdico del aprendizaje, y, son personalizadas, es decir, adaptadas a las necesidades, posibilidades e intereses de determinado niño.
En cambio, la población adolescente que concurre a las escuelas, muestra, en general, como rasgos característicos apatía, desmotivación y desinterés, ante los contenidos que ofrecen los docentes. Esto sucede cuando se produce una transmisión unilateral de los contenidos, cuando los alumnos (los receptores de la información) quedan subordinados al poder de los docentes (los emisores). Es decir, no pueden transformar, recrear los mensajes que les son transmitidos. Aquí vale destacar que la escucha, la recepción, es también acción comunicativa. Esto se relaciona con lo que plantea Mata, acerca del carácter no lineal de la circulación del sentido. Entonces, nuestro discurso generará un campo de efectos posibles, de los cuales no podemos dar cuenta anticipadamente. Se producirán efectos distintos en unos receptores y en otros. Aun cuando nuestros receptores, nuestros alumnos, aparenten no registrar nada de lo que decimos. Es importante ser consciente de que transmitimos conjuntos textuales, más allá de los mensajes intencionales que pensamos que dirigimos. La comunicación no verbal se cuela en nuestro discurso y es muy probable que esta tenga, a veces, más fuerza que lo que enseñamos formalmente.
Pero aun así, existen otros casos, donde existe un verdadero proceso comunicativo. Esto se da cuando surge el intercambio de los mensajes, cuando emisores y receptores se encuentran en igualdad de condiciones, en una relación donde la reciprocidad es constante. Aplicar esto al campo educativo resulta complejo, implica necesariamente que el docente se corra del lugar de poder para dar lugar al discurso de los alumnos, impredecible. Esto genera incertidumbre, inseguridad, miedos en los docentes. Temor a perder el poder. Muchas veces los niños con los cuales trabajo poseen conocimientos acerca de la cultura tecnológica, que yo no poseo. Y a pesar de que en mi experiencia personal esta temática no motive mi interés, desde el rol profesional acepto la importancia de indagar y aprender acerca de ello, ya que constituye parte esencial de la cotidianeidad de adolescentes y jóvenes y, por ende, repercuten en su forma de acercarse a los saberes y construir conocimientos. Tenemos que estar al tanto de cómo los adolescentes reciben la información proveniente de la cultura masiva, qué es lo que aprenden de la misma, para buscar las formas más convenientes de poder comunicarnos más y mejor con ellos. Por otra parte, también forma parte de nuestro trabajo. Tal como plantea Mata, la comunicación, para quienes trabajamos en el ámbito social, es algo que nos constituye, así como un trabajo, algo que requiere esfuerzos y de lo que esperamos obtener un resultado.
 

Pienso que el hecho de dar lugar a la producción de sentidos en forma conjunta, se acerca al posicionamiento docente “ideal” y esperado. Es difícil clasificarse en categorías como tecnófobo, contenidista, disciplinador, funcional, educador – educando. Creo que todos quienes trabajamos en educación apuntamos a asumir aquel rol que potencie las posibilidades de aprendizaje de nuestros alumnos, generando una transformación que contribuya a su desarrollo personal. Y en este proceso, quizás iremos construyendo nuestro rol, que puede ir variando de acuerdo a la institución o el grupo con el cual trabajemos, u otros factores, acercándonos más o menos hacia lo que consideramos un rol profesional docente adecuado.
 
Así como lo plantea Buenfil Burgos, citado en el texto de Huergo:
“es posible sostener que lo educativo consiste en que, a partir de una práctica de interpelación, un agente se constituye en sujeto de educación activo incorporando de dicha interpelación algún nuevo contenido valorativo, conductual, conceptual, etcétera, que modifique su práctica cotidiana en términos de una transformación o en términos de una reafirmación más fundamentada".

Pienso que el desafío como educadores consiste en contribuir a que nuestros adolescentes y jóvenes desarrollen un pensamiento crítico, que les permita observar, indagar, analizar más allá de lo que los medios, y la cultura masiva en general imponen, (más allá de lo que aparece o no en los medios) rescatando aquellos valores que realmente hacen a la formación plena de una persona. Y también, valorizando lo que las nuevas tecnologías pueden aportar para alcanzar estos propósitos, teniendo en cuenta los intereses, motivaciones y saberes de los alumnos.
 
 


1 comentario:

  1. Creo que la pregunta que te hacés al principio está más omenos respondida en el desarrollo de la publicación: ¿de qué manera podría influir a un grupo de alumnos mi postura mediática – tecnológica? Justamente, en el tipo de discurso que pueda producir para interpelarlos, reconociendo su subjetividad y sus diversos modos de brindarle sentido a dichos discursos, lo cual supone no solo sus contenidos, sino también sus formas. Así como tus propuestas lúdicas funcionan con fines psicopedagógicos, el discurso mediático también adopta una modalidad lúdica que es fuertemente interpeladora. De cosas como esas puede aprender la escuela.
    Buen trabajo

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